domingo, 8 de junio de 2014

CRONICAS CUBANAS



¿Qué alma no se enciende en un amanecer de libertad? 
Fidel Castro Ruz, 1953

Si las cosas que uno quiere / se pudieran alcanzar 
Veinte años, canción popular cubana

1.
En las escalinatas del centro histórico de la ciudad de Trinidad, hay un ricotero cubano. Desde lejos parece argentino, pelo largo, barba, pero no, es cubano. El ricotero cubano toma mate en la calle a las doce de la noche, conoce la historia de todas las bandas argentinas de rock, y hoy es el único ricotero de Cuba. Antes eran cuatro, un uruguayo que estudiaba Ingeniería, un argentino que estudiaba medicina y un chileno estudiante de física, pero ya todos volvieron a sus respectivos países.
El ricotero cubano invita con unos mates, habla mucho, y dice que si el Che resucita hoy sería de izquierda en Cuba. También cuenta que los Beatles estuvieron muchos años prohibidos, a pesar de que actualmente hay una estatua de Lennon en La Habana. El ricotero cubano es artista, comercia sus cuadros principalmente con turistas, y se puede permitir una vida con mayores comodidades que el promedio de los cubanos. En sólo un rato de charla, se habló de prohibiciones, de si la plata alcanza, del Che Guevara y del lugar que ocupa el arte en la sociedad cubana. De esto se habla en Cuba, de Guevara, de prohibiciones, de economía, de cultura.
“Con la revolución aprendí a ser hombre”, dice Pedro, hombre de unos 70 años, que lo único que pide es yerba mate, que le hace bien para la próstata. Para él, que es viejo, con los 147 pesos que recibe del estado, más lo que pueda procurarse, alcanza. Para los jóvenes es distinto, quieren otras cosas.
Yanet es joven, socióloga, 24 años. Apenas se recibió empezó a trabajar en la Biblioteca Provincial de Santa Clara, pero dejó porque no le gustaba ser jefa. “La gente no quería trabajar, salvo cuando había alguna feria y se recibía a escritores ´importantes´, pero el resto de los días nadie tenía ganas”, cuenta Yanet. Le pagaban 300 pesos moneda nacional. Cambió de trabajo, ahora es promotora de una agencia turística. Ya no es más jefa, y cobra 300 pesos moneda nacional más 22 CUC.
“A los cubanos no nos interesa la política, si la economía”, dice Yanet. Entre cubanos, cuando no quieren que la conversación se ponga pesada, se dicen entre ellos “no hablemos de economía”, porque es lo que todos hablan.
“Todos lo queremos al Che”, dice Yanet, mira a los costados, no ve a nadie, y continúa... “más que a Fidel”. “Lo queremos, a pesar que creó el trabajo voluntario de los domingos, que de voluntario no tiene nada”.
“Seremos como el Che”, es el lema que “voluntariamente” repiten todos los jóvenes en edad escolar. ¿No hay acaso un problema en esta frase que se repite como otras tantas en Cuba? ¿Es posible ser como el Che? ¿Le gustaría al Che que los jóvenes anden repitiendo una frase de idolatría hacia una persona? ? ¿O acaso si los escuchara no les diría... “¡no sean como nadie, tan sólo sean! ” ?
Ser o no ser, esa es la cuestión. Es la cuestión cuando hay filosofía, pero en Cuba hay muy poca filosofía, casi ni se la estudia, salvo a Marx. El estado promueve “el bien”, combate “el mal”, y lo que está “más allá del bien y del mal” se queda dando vueltas por el aire, más allá, no encuentra su lugar.


2.
Es un día soleado. Fidel y Raúl salen a caminar, conversan, debaten sobre políticas alimentarias, sobre como optimizar el uso de la libreta de racionamiento, si hay algún alimento que pueda agregarse al listado, cuando de pronto ven a un Guajiro arrancando hierba de la tierra y comiéndola. “Pues anótalo”, le dice Fidel a Raúl, “comen hierba”.
Así cuenta un chiste popular cubano, de los tantos que circulan por el aire, que como todo aire, no es ni bueno ni malo, es.
El chiste cuenta sobre lo difícil que es para el cubano procurarse la alimentación. “Antes, con la libreta de racionamiento se comía todo el mes”, me cuenta Doña Carmen, que me adopta como su nieto por pocos días. “Pero ahora alcanza para una semana, a lo sumo para 15 días para mí que soy una mujer grande”.
Doña Carmen defiende la revolución, dice que el pueblo cubano es más Fidelista que Comunista, pero que igual está con la revolución, “aunque La Habana no, es gente que siempre quiere más”. Doña Carmen recuerda la época de Batista, que eso sí era una dictadura. “Hoy no, se vota, hay elecciones, cada 300 personas elegimos a un delegado, que después eligen al delegado municipal, que luego eligen al delegado provincial, luego al nacional, y así hasta llegar a Fidel, o Raúl”.
Doña Carmen recuerda que antes de la revolución la operaron del apéndice, y su padre tuvo que vender el único ternero que tenía para poder pagar la operación. “Con la revolución ya me operé 7 veces, y nunca tuve que pagar nada”. Doña Carmen estudió hasta sexto grado, y tiene un hijo médico y otro contador.
Yolanda es médica, es la sobrina de Doña Carmen, la madre de Lorena, la esposa de Eduardo. Ellos viven en Viñales, un pequeño pueblo tabacalero de 12.000 habitantes, y otro tanto en zonas rurales. En Viñales hay 150 médicos, y una cantidad similar de enfermeros. La casa de Yolanda está siempre abierta para atender a cualquier persona que necesite ser atendida. Así funciona el sistema cubano de salud, solidario por sobre todas las cosas.
Cuba también ha desarrollado un amplio sistema de “medicina natural y tradicional”, obligados por la dificultad en la importación de medicamentos. Los medicamentos naturales retoman las “recetas de las abuelas”, con producción local y control por parte de organismos del estado.
Eduardo, el esposo de Yolanda, es licenciado en Física. “En los ´80 se vivía la ´Cuba maravillosa´, se vivía Cuba como hoy la viven los turistas”.
Otro chiste que se cuenta en Cuba, dice que cuando Fidel muere, le dan a elegir entre el paraíso y el infierno. Para probar de que se trata, va primero al infierno, donde hay mujeres hermosas y fiestas permanentes. Luego se da una vuelta por el paraíso, donde todo es calma, la gente tranquila, bastante aburrida. Elige el infierno, pero cuando vuelve, ya en forma definitiva, es demasiado el calor y se hace insoportable la estadía. “Pero esto no era así”, reclama Fidel... “es que antes viniste como turista, y ahora como residente”, le contestan.
Eduardo lleva 28 años como profesor de Física, y percibe un salario de 680 pesos moneda nacional, unos 28 dólares aproximadamente. “Pero no alcanzan, mis amigos me dicen que deje el trabajo, que me ponga a vender café en la calle, pero yo soy profesor, es lo que sé hacer”.
Eduardo se debate entre las dos Cubas, la Cuba en moneda nacional, y la Cuba en divisas, los famosos CUC.
El CUC equivale a un dólar, que equivale a 24 pesos moneda nacional. Hay cosas que se venden en moneda nacional -cada vez menos-, y otras tantas cosas que se venden en CUC. En la misma cuadra puede darse que en la calle vendan un café a 1 peso moneda nacional, o a 1 CUC, o sea 24 veces más.
El CUC fue creado aproximadamente en el año 2000, posterior al “período especial”, como una forma de captar los dólares que traían los turistas, y así el Banco Central poder hacerse de reservas en dólares-billete, necesarios para el comercio internacional.
En el billete de 3 pesos moneda nacional se ve la imagen del Che, en primer plano, con esa mirada tan del Che, entre ética y seria, con esa fiereza que no nos deja hacernos los distraídos. En cambio, en el billete de 3 CUC aparece una imagen de la estatua del Che, muy en segundo plano, sin esos ojos que nos miran al tratar con dinero. A mi amigo Leonardo, joven escritor cubano, le gusta hablar de la degradación ética y moral que hoy vive Cuba. Pero Leonardo es joven, y hay cosas que no entiende.


3.
Otro chiste que circula por el aire, dice que los españoles trajeron a los negros con cadenas en los pies, y hoy se llevan a las negras con cadenas de oro en el cuello.
Esa es quizás la principal tragedia de la Cuba actual, la proliferación de “jineteras”. Las jineteras son mujeres que caminan la calle, dan vueltas por ahí, están a la espera. Si aparece algún turista se le acercan, conversan. No se trata exactamente de trabajadoras sexuales, pero tampoco es algo muy diferente. No cobran, porque en Cuba está prohibido el ejercicio de la prostitución, pero están ahí, esperando alguna salvación, soñando con algún extranjero que las lleve de viaje.
Para un hombre argentino, el alivio es que no calificamos, somos extranjeros de segunda, ciudadanos de la pobre patria grande. Las mismas mujeres se acercan, conversan, y cuando escuchan la palabra “Argentina”, se alejan y siguen a la espera.
Un logro de la revolución es que Cuba dejó de ser “el prostíbulo del caribe”. Ahora es otra cosa, no se sabe muy bien qué, pero otra cosa seguro. El estado impone reglas, y la gente las acepta. Pero el estado, cuando quiere, también sabe hacer la vista gorda. En Viñales, por ejemplo, hay riñas de gallos. Están prohibidas, pero en un pueblo de apenas algunos miles de habitantes, que se junten cientos de personas, es poco probable que el estado no lo sepa. También es poco probable que el estado no sepa de las mujeres que están “a la espera” en la plaza central de Santa Clara, por ejemplo.
La cuestión es que las mujeres cubanas son de las más hermosas del mundo. Como la negra Purusa, gigante hembra cubana, la dignidad hecha persona. Cuenta la leyenda que antes del “período especial”, hubo un momento que se autorizó a la gente a salir del país. Pero también el estado autorizó, o al menos hizo la vista gorda, para que se califique a esas personas como “escoria”, y se permitía que se les tire huevos al frente de sus casas.
Al frente de la casa de la negra Purusa, han tirado huevos. Purusa emigró, “desertó”, se fue a vivir a los Estados Unidos, por una motivación más económica que política. Luego de varios años, en época del “período especial”, cuando en Cuba faltaba de todo, hasta alimentos, cuando el cubano adulto promedio perdió entre un 5% y un 25% de su masa corporal, en ese momento Purusa volvió a Cuba de visita. Fue a su pueblo, compró un paquete de huevos, y se acercó a la casa de quien había instigado al huevazo.
Tocó a la puerta. El hombre salió a la calle, y sorprendido, esperaba recibir el huevazo. Pero Purusa le entregó el paquete de huevos en mano, “pues aquí están pasando hambre, y usted necesita de los huevos”.
Ya fue dicho, las mujeres cubanas son de las más hermosas del mundo.


4.
Dulce es otra gigante negra cubana. De oficio bibliotecaria, de las bibliotecarias que se cargaban mochila al hombro y salían a repartirle libros a los guajiros en el campo. Se esforzó mucho para capacitarse, y hoy tiene unos 50 años y ya no puede hacer su trabajo por el desgaste físico.
La familia de Dulce, su abuela, vivía en un inquilinato en el centro de Trinidad. Con la revolución, la casa quedó para la familia, “porque esa es una de las cosas buenas de este sistema”, dice Dulce, “todos tenemos nuestra casa”.
“Ahora es distinto, los jóvenes no quieren estudiar, sacrificarse, todo les da lo mismo”, dice Dulce.
Son las tres generaciones cubanas, los mayores que están con la revolución, recuerdan lo que era Cuba en la época de Batista, los del medio que mucho no entienden que es lo que ha sucedido, y los jóvenes que escuchan Reggaeton.
La generación intermedia, gente de 40, 50 años, profesionales muchos de ellos, gente que ha estudiado mucho, se ha esforzado, capacitado, pero que hoy ya no tiene fuerzas para arrancar de nuevo, y tampoco para seguir como era, porque por más que intenten disimularlo, las cosas ya no son lo que eran.
Irene, la vecina de Dulce, es madre de una joven de 20 años que bien podría ser modelo de una marca europea de ropas. Irene seguramente también fue muy bonita de joven, pero hoy tiene 45 años y se la ve sin ánimo, desdentada, desencantada. Es ingeniera agrónoma, trabajó por 15 años en el campo, le gusta lo que ha estudiado, pero hoy no encuentra modo de ejercer su actividad. “El campo está quedado”, dice Irene, “al cubano le falta cultura, el campo es sacrificado, y aquí no hay ganas”.
Mientras la escucho a Irene, recuerdo ese otro chiste que circula por los aires, ese que cuenta sobre un acto en la plaza de un pueblo del oriente cubano, donde Fidel está arengando para que se trabaje más, que haya más sacrificio. Ante cada pausa en el discurso, dos hombres del fondo repiten en voz alta, “trabajaremos más”.
“Y si no hay sacrificio, sacaremos al azúcar de la libreta”, dice Fidel. “Trabajaremos más” repiten los dos hombres. “Y sacaremos también el arroz”... “trabajaremos más”, se escucha de nuevo desde el fondo. A la quinta vez, sorprendido, Fidel para su discurso y les habla a los jóvenes. “Esa es la actitud, los felicito. ¿Y de qué trabajan ustedes?”, pregunta Fidel. “Somos sepultureros”, responden los jóvenes.
Porque en el aire circulan chistes, encantos y desencantos, y ningún gobierno del mundo ha logrado hasta ahora gobernar el aire. El des-encanto, eso que sucede cuando algo ha perdido el encanto, parece ser algo muy cubano. Pero lo cubano, aún tratándose de una isla en medio del caribe, también es humano.
¿No será que las revoluciones duran una generación y no hay más vuelta que darle? Mientras dura la chispa encendida, mientras persiste el recuerdo de lo que era, la cosa avanza. Pero llega un momento en que, poquito a poco, el recuerdo se hace difuso, se olvida lo que era, no se entiende lo que es, y como esa ropa colorida que se va deshilachando de tanto uso, así también sucede con las revoluciones.
O por ahí es más simple y no puede pretenderse sacrificio, arduo trabajo, en una isla donde eternamente hace calor. Puede ser, quizás las cosas sean más simples de lo que a los humanos nos gusta.


5.
Será por el clima, será porque así es la esencia del cubano, pero las casas suelen permanecer con las puertas y ventanales abiertos. Recorriendo las ciudades, puede observarse el interior de los hogares, en una exhibición de lo privado casi obscena para el visitante no acostumbrado.
Los niños juegan en las calles, las señoras charlan con sus vecinas, los hombres juegan al domino en cualquier esquina, hay un marcado sentido de “barrio”. Cuba entera podría tranquilamente asemejarse a cualquier localidad del conurbano bonaerense, aunque sin violencia. Porque Cuba es el paraíso para los amantes del orden. Hay muy pocos robos, y tampoco hay piquetes que disturben el libre tránsito de las personas.
Pero el orden, el excesivo orden, poco tiene que ver con el arte, que necesita del caos. En las calles, se ven músicos increíbles con cara de aburridos, tocando las mismas canciones de siempre para los turistas. Por momentos, da la sensación de que al cubano le han robado la alegría, que no encuentra su cauce, tiene pocas formas de expresarse.
La alegría parece escondida, pero está latente, sólo se necesita que aparezca una comparsa en el carnaval de Viñales, para que la cosa se salga de control, para que la gente baile como se bailan los bailes verdaderos, los del alma.
Porque Cuba es música, cientos de años de cultura no han podido con la genética del negro africano, que se le mueven las patitas aún sin quererlo. El estado intenta institucionalizar la música, y a veces le sale, otras no.
En la televisión cubana, propiedad del estado, puede darse que se muestren los festejos por los 55 años de la creación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y haya músicos tocando canciones tradicionales cubanas, con el menor swing que un músico de salsa puede tener sobre la faz de la tierra. Ya lo decía el menos famoso de los Marx, Groucho... la justicia militar es a la justicia, lo que la música militar es a la música.
¿No será que Cuba necesita más Groucho y menos Karl? ¿No será que escapa a las posibilidades humanas controlarlo todo?


6.
Existe un mito según el cual los esquimales tienen 11 formas de decir blanco, porque un blanco muy blanco no es igual a un blanco un poquito blanco, para quien está acostumbrado a ver blanco todo el tiempo. Al revés, la misma palabra, en dos lugares distintos, puede significar muy otra cosa.
En Argentina, revolución es cambio. En Cuba, statu quo. Alguna vez habrán tenido el mismo significado, se trata del mismo lenguaje al fin y al cabo, pero en la Cuba actual la palabra “revolución” aparece por tantos lugares, se ve escrita en tantas paredes, que simula estar vacía de contenido.
Tanto la palabra “revolución” como la cara del Che, en las calles se repiten casi tanto como las remeras y banderas del Barcelona. Quizás sea Messi el nuevo Che del siglo XXI, el portador de un mensaje de salvación para la humanidad. Quizás, quizás, quizás, como dice una canción popular cubana.
Porque el cubano canta y grita, tiene música en sus palabras. Y no sólo que canta, sino que además escucha Reggaeton. Si el Che lo supiera, probablemente iniciaría una nueva revolución procurando la construcción de otro hombre nuevo, que escuche música de la buena. Porque probablemente ahí esté la gran cuestión cubana, el socialismo se construye con “hombres nuevos” o no se construye.
Y en Cuba se escucha Reggaetón, se toma mucho ron, el machismo es fuerte, y así con tantas otras cosas que no parecen ser de “hombres nuevos”. Aunque si se analiza a Cuba en términos políticos, con eso de que la política es el arte de lo posible, y se compara a Cuba con sus vecinos del Caribe, entonces por ahí la cosa cierra un poco más.
Quizás, quizás, quizás, el problema humano sea la pretensión de totalidad, de controlar hasta el aire, cuando si se le saca la retórica revolucionaria y se la analiza a Cuba en términos objetivos, se puede ver que ha tenido logros, que ha subido el piso, que son muy bajos los niveles de indigencia y analfabetismo. También ha bajado demasiado el techo, pero esa es otra historia.
Quizás, quizás, quizás, el problema esté en la pretensión sobrehumana de ser más que humano, de no aceptar que el humano sólo es perfecto en su imperfección.
Quizás la cuestión sea aceptar que un estado no puede construir el alma de un pueblo, ni tocar el corazón profundo de las personas, y cómo canta Litto Nebbia, sólo se trata de vivir. Y que además no hay paraíso sobre la tierra. O sí, porque como dice otro de los chistes que circulan por el aire, Adán y Eva son cubanos... andan sin ropa, descalzos, y tienen prohibido comer la manzana.


7.
Osmani maneja un bicitaxi por las calles de La Habana. Tiene puesta una remera de Messi, y lo quiere mucho al Che. “Es mejor laborar que robar”, dice.
Luzbely es maestra de primer grado, y cuando desde dentro de la escuela me ve caminando por la vereda, me grita bien fuerte pidiéndome un bolígrafo.
Amauri pasea turistas a caballo. Está muy contento, porque antes sólo podía elegir entre tres o cuatro posibles trabajos, y hoy es feliz yendo todos los días a la montaña con sus queridos caballos. Por un lado se queja de que no puede manifestarse, de que tiene que pagarle demasiado al estado para que le permita trabajar, pero también valora mucho las reuniones de los Jueves en el Ministerio de Trabajo, donde debaten con otros paseadores los mejores modos de realizarse laboralmente.
Ismael es un caballo cubano, de los que tienen nombre, porque hay muchos otros que no tienen nombre, son caballos socialistas, con igualdad de derechos, sin distinción de nombres y apellidos. Todos los caballos, los que tienen nombre y los que no, cuando se les dice la palabra “caballo”, ya saben lo que tienen que hacer.
Israel es otro paseador de turistas a caballo. Persona muy instruida, con estudios terciarios e hijo ingeniero. Lector, como muchos otros cubanos, que leen, que tienen la posibilidad de acceder a libros a precios económicos, con bibliotecas populares en lugares impensados. Lee, pero sólo lo permitido, porque lo que no, apenas si circula por los aires.
Reinaldo es librero en una feria de La Habana. Como a casi todo cubano, le cuesta ganarse el mango. Le gustan Coltrane, Anibal Troilo y Adriana Varela. Ha leído mucho, prefiere los libros a la política. Porque sabe, entiende que lo que perdura en el tiempo son los grandes libros. Cree que es muy compleja la construcción del socialismo, no está a su alcance, prefiere los libros. Lo respeta y admira al Che Guevara por su coraje, su integridad como hombre, pero también lo sabe humano, imperfecto, con contradicciones, como también somos el resto de los animales de esta especie.
Reinaldo dice que el cubano ha creído en el Fidel del discurso “La historia me absolverá” de 1953, pero que hoy el cubano se parece mucho al personaje de Hemingway del libro “El viejo y el mar”, un hombre que espera y espera. Y espera.


8.
Una de las primeras revoluciones de la modernidad, la Revolución Francesa, tenía una hermosa consigna: “libertad, igualdad, fraternidad”. Pero del dicho al hecho hay un largo trecho, tanto en Francia, Cuba, Argentina o el Congo.
En ese trecho, hay lugares donde algunas cosas funcionan mejor que otras. Y si hay algo que en Cuba funciona mejor, es “la fraternidad”. Hay un espíritu solidario promedio que simula muchas otras carencias de “la revolución”, palabra que empieza con “R”, y que como cualquier otra palabra, no deja de ser palabra, lenguaje.
También la palabra Ron empieza con “R”, al igual que Raúl y Rebelde.
“Dale ron a los revoltosos, así simulan alegría y olvidan rebeldía, no vaya a ser que esa ropa tan rota no los deje rapear”, eso dicen los rumores que hace poco dijo Raúl, un hombre de la “R”, pero son sólo rumores, incomprobable como todos los rumores.
Lo que no es rumor es la pregunta, y Cuba, por sobre todas las cosas es pregunta. Sobre todo una pregunta: ¿Puede el hombre construir el socialismo?

Hasta ahora, los hechos parecen demostrar que no es posible, que el humano es demasiado humano y no hay vuelta que darle. Pero esto ha sido hasta ahora, no se sabe del mañana, aunque lo que sí puede deducirse, es que si alguna vez logra construirse el socialismo, no será desde la voluntad de los hombres, sino desde sus corazones. Como el corazón de personas como Osmani, Pedro, Israel, Dulce, Purusa, Yolanda, y tantos otros humanos del Siglo XXI.

Andrés Lewin