Un amigo.
Las historias son siempre de los amigos. El amigo empieza a sentir un pequeño grado de locura, que se le mete entre la
piel, recorre sus venas, y sube a su cabeza. El amigo sabe, o supone, porque
algo le han dicho, que si la locura quiere hacer de las suyas, nada mejor que
leer a Artaud.
Antonin
Artaud, verdadero loco entre los locos, en ese difuso límite entre locura y
genialidad, donde no se sabe muy bien si es loco porque es genio, o es genio
porque es loco, o si primero fue el huevo, o no hay huevo sin gallina.
Gallinas.
Van Gogh nunca dibujó una gallina, sin embargo, Artaud no sólo que lidiaba con los
mecanismos de su propia mente, sino que además supo reflexionar sobre el otro
gran loco.
Van Gogh, el suicidado por la sociedad, así se
llamó el texto que le dedicó Artaud. Detengámonos en esa idea del “suicidado”,
o en palabras de Artaud:
¿Qué
es un verdadero alienado? Es un hombre que elige volverse loco –en el sentido
en que se usa socialmente la palabra- antes que traicionar un pensamiento
superior de la dignidad humana. Por ese motivo la sociedad se sirve de los
asilos (...) ya que un alienado, en realidad, es un hombre al que la sociedad
no quiere escuchar, y quiere evitar que manifieste determinadas verdades
intolerables.
Intolerable.
Así se sentía el amigo, incapaz de relacionarse, pero con una imperiosa
necesidad de decir. Tuvo la sana intención de convertirse en escritor. Y para
aprender, leyó un libro que se llama Ser Escritor, de Abelardo Castillo.
Y luego otros libros, y más libros, hasta que volvió a cruzarse con Abelardo en
Desconsideraciones:
Es
un hecho por demás evidente que la obra de los llamados artistas locos, como
Van Gogh, ejerce una influencia muy grande sobre la sociedad entera: sobre
aquellos que somos, o nos decimos, normales (...) ¿Por qué este tipo de obra
nos habla con tanta fuerza? (...) ¿Qué es, en definitiva, un loco?
Un
loco es un espíritu subversivo o transgresor. Es alguien que molesta a la
sociedad, la inquieta, la perturba. Se comporta de una manera no habitual. Da
la impresión de hacer lo que quiere, de hablar cuando quiere, y de decir las
cosas exactamente en el momento que las piensa. Pero esto, ¿no suele ser
también un artista? Un loco tiene percepciones que van mucho más allá de las
percepciones normales y que únicamente se diferencia de estas percepciones en
su intensidad (...) es alguien que siente, sufre (...) igual que las personas
llamadas cuerdas, sólo que se manifiestan en él con un grado de intensidad tan
grande que ya no puede manejarlas. Pero esto es también un artista (...) Es
posible observar dos características propias del artista loco (...) La primera
es la claridad estremecedora que ha tenido para detectar e, incluso, aceptar su
propia locura. (...)
La
otra característica es puramente estética. Hay algo que domina la obra de los
grandes artistas, estén o no locos, y es la necesidad de perfección, de
precisión formal. Todos los grandes artistas, locos o no, han tenido algo así
como la obsesión maníaca de la forma (....) Basta mirar sin prejuicio los
cuadros de Van Gogh, para darse cuenta de que, aún al borde de la demencia, su
preocupación por la forma y su dominio de la forma eran inmensos. El tamaño de
sus cuadros es la mejor prueba. Van Gogh pintaba cuadros pequeños (...) Es como
si a través de la forma intentara contener ese mundo alucinatorio y
desarbolado, y consiguiera encajonar su racionalidad dentro de márgenes muy
claros para él (...) Que Van Gogh haya pintado cuadros de muy reducida
dimensión fue quizá una defensa de su cordura (...) Como si la forma, el
trabajo sobre la forma, refrenara de algún modo ese componente irracional que
tiene toda creación estética y sirviera de autoterapia, por llamarlo de alguna
manera (...)
Nietzche:
“lo que no me mata me hace más fuerte”. La salud, entonces, podría definirse
como la cantidad de enfermedad que puede resistir un organismo sin que eso lo
mate o lo destruya. Del mismo modo cabría pensar la normalidad, en sentido
psicológico, como el caudal de locura que es capaz de tolerar una mente sin que
eso la enloquezca (...) El arte, entre otras muchas cosas, es quizá una
estrategia que utilizan ciertos hombres para defenderse de los llamados de la
anormalidad, de esos clamores que oímos todos, de la enfermedad, de la muerte y
de la locura.
Pero
volvamos al amigo, porque esta es la historia del amigo, obsesionado por la
escritura. ¿Y cómo se hace para transformar esa obsesión en un objeto
denominado “libro”? ¿Cómo se escribe un libro? ¿Por dónde se empieza? Borges,
en su ensayo “Evaristo Carriego”, al comentar la primer obra de
Evaristo, “Las misas herejes”, reflexiona lo siguiente:
Todo
escritor empieza por un concepto ingenuamente físico de lo que es arte. Un
libro, para él, no es una expresión o una concatenación de expresiones, sino
literalmente un volumen, un prisma de seis caras rectangulares hecho de
finas láminas de papel que deben presentar una carátula, una falsa carátula, un
epígrafe en bastardilla, un prefacio en cursiva mayor, nueve o diez partes con
un versal al principio, un índice (...), una concisa fe de erratas, unas hojas
en blanco (...) y un pie de imprenta: objetos que es sabido constituyen el arte
de escribir.
El
arte de escribir. En el extraño arte de escribir, en la producción de ese
curioso objeto físico denominado libro, siempre es conveniente empezar por el
principio, por la tapa, que se supone debe brindarnos alguna pista sobre el
texto. Como por ejemplo la tapa de una edición “de bolsillo” de la obra de
Artaud, con un cuadro de bicicleta como única ilustración.
La
bicicleta, claramente una forma de esclarecer, de lograr una mejor comprensión
sobre los textos de Artaud. ¿O no? ¿O simplemente un capricho del editor?
Editor.
Editores es lo que faltan, piensa el amigo, mientras fija su mirada en esa
tapa, en el cuadro de bicicleta.
Bicicleta,
la gran utopía moderna según el antropólogo Marc Auge (Elogio de la
bicicleta):
- En la calle se da el diálogo, la mirada cómplice entre ciclistas y
ninguno habla por celular (...) ojalá pueda la bicicleta ser un instrumento
discreto y eficaz, de una reconquista de la relación y del intercambio de
palabras y sonrisas.
- El uso de la bicicleta nos permite satisfacer en parte nuestros deseos
de levedad. La bicicleta sólo utiliza la fuerza desmultiplicada del cuerpo,
permite el ideal de movilidad natural y fluida, permite identificarse con el
pez en el agua o el ave en el cielo. Pero a la vez nos impone una conciencia
más aguda del espacio y el tiempo (las subidas son subidas) (...) Es una
llamada del orden biológico (pone límites).
- En la bicicleta, el mundo exterior nos ofrece resistencia, pero al
mismo tiempo es un espacio de libertad íntima y de iniciativa personal, como un
espacio poético, en el sentido pleno y primero del término: como “poiesis” o
creación.
- La bicicleta nos devuelve el alma del niño, nos restituye la capacidad
de jugar, pero también nos da el sentido de lo real (como los niños que
diferencia su mundo lúdico de la realidad).
Realidad.
La realidad es que hay un libro de Artaud, con un cuadro de bicicleta en la
tapa, aparentemente de aluminio, con una tuerca marca “Shimano” y con las
letras “Antonin Artaud” sobre uno de los rayos, aparentemente girando.
La
realidad es que no sabemos, y ni siquiera importa demasiado, porqué ese cuadro
de bicicleta en la tapa de ese libro. Pero lo que debería saber el amigo, si de
veras quiere ser escritor, es que la realidad y los libros son dos cosas bien
distintas. Por suerte y gracias a la existencia de los libros, la realidad a
veces también pedalea.
Andrés Lewin
Grande Andres!!! Genio !!!Espero verte dentro de poco con medio melon en la cabezo viendo rodar la luna por Callao......Abrazos... tio Edu.
ResponderEliminarde poetas y de locos... muy bueno Andrelo!
ResponderEliminarGracias muchas Aleli !!!!
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