Notas
alrededor del libro “Stefano” (Maria Teresa Andruetto),
catalogado como “novela juvenil”, y que cuenta sobre un
inmigrante italiano que escapa del hambre, sobrevive a un naufragio,
llega a la Argentina y recorre el pais junto a un circo.
1.
Hay
veces en que uno busca a los libros, y otras tantas en que los libros
lo buscan a uno. “Stefano” estaba en el exacto lugar de la
librería donde mis ojos fijaron la vista. Ni un centimetro adelante,
ni uno atrás, exactamente ahí.
“Stefano”
es la historia de un joven inmigrante italiano que viaja de Italia
hacia nuestra Argentina escapando del hambre. Pero “Stefano” no
es sólo un libro sobre una persona llamada Stefano Pronello que
escapa del hambre, sino que es un libro sobre inmigrantes europeos
escapando del hambre en la primera mitad del siglo XX. O sea, mis
abuelos entre tantos otros.
“Pinta
tu aldea y pintarás el mundo”... “Stefano” es también mi bobe
Maria, mi bobe Masze, mi zeide Aizik, mi zeide Enrique, parte de lo
que yo mismo soy.
Al
leer el libro, no puedo dejar de pensar en mis abuelos, su
generación, que por un lado escapan de Europa por judíos, por las
persecuciones, por la vieja Europa que no los respeta, sino que
además están huyendo del hambre.
Stefano
Pronello es un joven hijo único, huerfano de padre, que mantiene el
siguiente diálogo con su madre:
Yo le pedía que viniéramos a
América...
Pero ella decía: No.
Decía: Ésta es la tierra de tu
padre.
Allá se puede hacer dinero, dije
yo.
¡Cosas que inventan! Pero nadie
regresa para contar...
(…)
Ella decía:
No me iré. Ésta es la tierra de tu
padre.
Y yo, no sé por qué le dije: La
tierra de mi padre nos mata de hambre.
Ella gritó: ¡No insultés!, y
escondió la cara para que no la viera llorar.
Y yo me eché a sus pies, y le besé
las manos, y le pedí:
Perdoname, mamá.
Ella me deja decirle lo que le digo.
Después acomoda la voz y habla:
Te irás si quieres, pero debes
esperar.
(…)
Yo preguntaba: ¿Esperar, cuánto?
Hasta que seas grande, me decía.
Tengo doce años.
Tienes que esperar más.
Cuando
finalmente la madre le dice “está bien, te irás si quieres”,
recién ahí Stefano emprende el viaje en barco, luego sobrevive a un
naufragio, y al llegar a Buenos Aires, pasa unos días en el Hotel de
Inmigrantes, donde en la puerta hay un cartel con la siguiente frase:
se trata de un sacrificio
que dura poco.
El
país Argentina, en ese momento disponía de un hotel para recibir a
los recién llegados, y no sólo eso, sino que además los
gobernantes tenían la delicadeza de escribir carteles para apaciguar
un poco los dolores.
*
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2.
Además
de una historia de desarraigos, “Stefano” es también la historia
de un niño que se hace hombre, y en ese acelerado camino, no sólo
que hubo hambre, naufragio, destierro, sino que también hubo un
saxo.
El
primer día feliz de Stefano Pronello en Argentina es tocando el
saxo.
Por
simple curiosidad, hace poco estuve investigando en Internet la
etimología de la palabra “Felicidad”. Aparentemente -nunca hay
que creerle demasiado al dios Google- , la palabra felicidad proviene
del latín felix (plural, felices), que tiene la misma raiz que el
verbo felare (o fellare), que significa chupar, mamar. Se supone
entonces que la palabra “felicidad” se relaciona con el acto
femenino de dar de mamar. Si esto fuera cierto, para los romanos, la
primer referencia alrededor de la “felicidad” es una madre
amamantando.
“Pura
vida”, como dicen en Costa Rica.
La
inquietud pasa por entender si esa “felicidad” que vieron los
romanos, está en la madre, en el bebé, o en el acto en sí de
amamantar.
No
lo tengo muy claro, no soy romano, ni madre, lo único que puedo
decir es que alguna vez he sido bebé.
Desde
mi propia experiencia, como únicamente fuí bebé, y tomando ese
punto de vista, ¿no sería interesante pensar que la felicidad, en
Stefano o en cualquiera de nosotros, trata simplemente de volver al
estado originario en que nuestra única preocupación era
alimentarnos de la leche materna? ¿No es ese estado originario el
único lugar no contaminado por los pensamientos?
Las
preguntas son preguntas, las respuestas son respuestas, siempre
insuficientes, y los filósofos especialistas en preguntarse y
responderse.
Nietzche,
filósofo, decía que la madurez del hombre es haber vuelto a
encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era un niño.
El
niño, quien mejor se aproxima al bebé que alguna vez fuimos, tiene
la sabiduria de comprender el juego de máscaras del que se trata la
vida, juega cuando juega, llora cuando necesita algo, come cuando hay
que comer, y duerme cuando se le cierran los ojos.
Stefano,
también un niño, también un hombre, vive cuando hay que vivir,
sufre cuando los golpes lo acomodan, y juega cuando tiene un saxo en
la mano.
*
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3.
“Stefano”
es un libro catalogado como novela juvenil, planteando una diferencia
de género con la novela adulta. Personalmente, no me queda muy clara
la distinción, donde termina lo joven, donde empieza lo adulto.
Para
intentar comprender, otra vez acudí al dios Google, busqué
“literatura infantil”, y me encontré con una frase de Martin
Amis, escritor adulto si los hay. La frase es la siguiente:
"sólo
una lesión cerebral haría que escribiera literatura infantil...
nunca escribiría sobre algo que me obligara a hacerlo en un registro
más bajo del que puedo".
Albert
Einstein decía que hay dos cosas infinitas, el universo y la
estupidez humana... y sobre lo primero no está tan seguro.
No
me atrevo a ser tan categórico respecto a Martin Amis, sólo sé que
generalmente en una banda musical, el bajo pasa desapercibido para
los oídos no muy entrenados. Pero si falta el bajo, se siente esa
falta, se necesitan los bajos registros para amalgamar los distintos
sonidos.
Quizas
sea porque necesitamos volver a ser bajos, muy bajos, para así
juntar las distintas piezas, amalgamarlas, volver al estado
originario en que sólo nos preocupábamos por comer, dormir, y las
sonrisas venían dadas por músicas y colores.
Como
Stefano, que recién es feliz el día en que toca el saxo, o como mi
sobrinito el Titi, el hijo de mi amigo Damián, que hoy tiene tres
meses, y su vida es comer, dormir, y sonreir con los juguetes
compuestos de músicas y colores.
Músicas,
colores, o esos mínimos instantes en que la vida queda suspendida y
logramos ser lo que
somos.
Andrés Lewin
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